Seguimos con nuestro guían Herodoto. En la primera entrega se describió una costumbre babilonia, que consistía en que una vez en su vida las mujeres debían prostituirse en el templo de Venus, como sacrificio ritual y sagrado. Ahora veremos como los babilionios escogían a sus esposas.
Dejémosle que él nos lleve de la mano con su relato:
Entre sus leyes hay una a mi parecer muy sabia. Consiste en una función muy particular que se celebra una vez al año en todas las poblaciones. Luego que las doncellas tienen edad de casarse, las reúnen todas y las conducen a un sitio en torno al cual hay una multitud de hombres a pie. Allí el pregonero las hace levantar de una en una y las va vendiendo, empezando por la más hermosa de todas. Después que ha despachado a la primera por un precio muy subido, pregona a la que sigue en hermosura y así las va vendiendo, no por esclavas sino para que sean esposas de sus compradores.
De este modo sucedía que los babilonios más ricos y que se hallaban en estado de casarse, tratando a porfía de superarse unos a otros en la generosidad de las ofertas, adquirían las mujeres más lindas y agraciadas. Pero los plebeyos que deseaban tomar mujer, recibían con un buen dote alguna de las doncellas más feas. Porque así como el pregonero acababa de dar salida a las más bellas, hacía poner en pie a la más fea del concurso, o la contrahecha, si alguna había, e iba pregonando quien quería casarse con ella recibiendo menos dinero, hasta entregarla por último al que menos dote aceptaba. El dinero para estas dotes se sacaba del precio dado por las más hermosas y con este las bellas dotaban a las feas y a las contrahechas.
A nadie le era permitido colocar a su hija con quien mejor le parecía, como tampoco podía ninguno llevarse consigo a la doncella que hubiese comprado, sin dar primero fianzas por las que se obligase a cohabitar con ella; y cuando no quedaba la cosa arreglada en estos términos, le mandaba la ley a desembolsar el dote. También era permitido comprar mujer a los que de otros pueblos concurrían con este objeto.
Tal era la hermosísima ley que tenían, y que ya no subsiste. Recientemente han inventado otro uso, a fin de que no sufran perjuicio las doncellas, ni sean llevadas a otro pueblo. Como después de la toma de la ciudad muchas familias han experimentado menoscabo en sus intereses, los particulares faltos de medios prostituyen a sus hijas, y con las ganancias de que aquí les resultan, proveen a su colocación.
Hasta hai la cita. Una costumbre más tomada de Los nueve libros de la historia de Herodoto es la que sigue.
Los masagetas tienen algunas costumbres particulares, entre ellas, la siguiente: Cada uno se casa normalmente con una mujer, pero el uso y disfrute de éstas es de bien común. Así, “cualquier hombre, colgando del carro su aljaba, puede juntarse sin reparo con la mujer que le acomoda”.
*Publicado en la revista semanal Mujeres
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