En la anterior entrega se ha hecho un somero recorrido a través de la historia sobre las cantinas como detonantes sociales y como centros de vanguardia artística, al menos a partir de finales del siglo XIX. Es obvio que antes, mucho antes, jugó un papel importante aunque no tan relevante como lo contado hasta ahora.
Los pintores holandeses conformaron cofradías y sus lugares de reunión eran las tabernas. Sin embargo algunos de los más representativos pintores flamencos dudaban en aceptar encargos tan vulgares como el realizado por el holandés Albert Cuyp (1620-1691): el rótulo de una taberna.
Una curiosa historia: Paul Gauguin y Vicent Van Gogh pintaron a madame Ginoux, dueña del Café de la Gare, situado en Arlés, Francia.
Henri de Toulouse-Lautrec sentía obsesión por la vida nocturna. Así se hizo cliente de algunos lupanares, como el Salón de la Rue des Moulins, el Moulin de la Galette, el Moulin Rouge, Le chat noir, el Folies Bergère... De hecho, para este aristócrata los bajos fondos constituyeron el tema principal en su obra pictórica: actores, bailarines, parroquianos y prostitutas.
Los políticos también se divierten y para complotar no hay mejor lugar que las tabernas. Mientras Lenin estuvo como refugiado político en Ginebra, visitaba el café Landolt, donde el revolucionario ruso grabó con navaja su nombre en una mesa.
En los albores de socialismo y de las reivindicaciones laborales en las ciudades europeas, en especial en París, se crearon muchas organizaciones secretas.
Los miembros se reunían en las trastiendas de muchos pequeños cafés y en tabernas donde discutían ardorosamente sobre el comunismo. Karl Marx escuchaba las apasionadas discusiones y en ellas a menudo se oía el nombre del comunista Cabet. Fue precisamente en una taberna donde Marx conoció a Etienne Cabet.
“Yo creo -predicaba Cabet a los obreros parisinos que lo rodeaban en las tabernas- que desaparecerían todos los vicios y habría lugar para el amor fraternal, si en la sociedad se implantara la igualdad en lugar de la desigualdad”.
En Estados Unidos Edgar Allan Poe, el padre del cuento moderno y uno de los precursores del género terror, fue encontrado inconsciente en una taberna de mala muerte. El Dr. Snodgrass, amigo del poeta, lo llevó a un hospital donde murió el 7 de octubre de 1849.
A inicio del siglo XX, cuando las fuerzas revolucionarias al mando de Francisco Villa y Emiliano Zapata entraban triunfantes a la ciudad de México, de inmediato las tropas y los mismos comandantes entraban a los establecimientos más prestigiosos, como Sanborn's y La Ópera. En este último lugar, hubo dispararos de mausers. Una bala incrustada en el techo se exhibe como testigo de ese acontecimiento.
Durante el periodo virreinal, la ciudad de México contaban con cientos de pulquerías. Diversos bandos pretendían regular la forma de beber y hubo que prohibir que hombres y mujeres tomaran en un mismo lugar por el elevado número de crímenes que se cometían.
No es sino hasta mediados del siglo pasado cuando las pulquerías poco a poco empezaron ha desaparecer. Una de ellas, Los recuerdos del porvenir daría título a la novela de Elena Garro.
La cantina El Nivel cerró sus puertas en enero del año pasado (2009), después de de 132 años de historias. La calle de Moneda fue sitio de la primera imprenta, de la Universidad Pontificia de México, de la Academia de San Carlos y esquina con Primo de Verdad, estuvo la Universidad Nacional.
El escritor José Alvarado llevaba a sus alumnos de la preparatoria 1, pero también fue frecuentada por los ex presidentes Antonio López de Santa Anna, Benito Juárez, José López Portillo, Miguel de la Madrid, Ernesto Zedillo, Carlos Salinas de Gortari, entre muchos otros políticos y artistas.
El poeta español León Felipe vivó en la misma calle donde habían vivido Victoriano Huerta, Julio Torri, Agustín Lazo, los Gorostiza. Frecuentaba la tertulia del Sorrento, en Avenida Juárez, casi enfrente del Hotel Regis, cuenta Javier García Galiano.
Otro poeta español transterrado, Pedro Garfias -quien vivió en México desde 1940 hasta 1967- solía recorrer cantinas, como El Gallo de Oro en la ciudad de México. Pronto hizo residencia en Monterrey. Media vida pasó Pedro Garfias en las tabernas mexicanas. El día de su entierro, una de las coronas que recibió fue mandada por los camareros de La Reforma, la cantina que había sido más que su hogar.
Hay, es verdad, más historias de cantinas famosas y famosos en cantinas, pero en otro momento nos ocuparemos de ello. Baste este breve recorrido para tener una idea del papel que han jugado las tabernas en la historia reciente del mundo occidental.
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