martes, 15 de diciembre de 2015

De la voz mezcal y su importancia
histórica, antropológica y social


                                                     Ulises Torrentera

     Actualmente algunas autoridades han abierto un debate sobre la voz mezcal y su importancia económica, al pretender restringir este vocablo únicamente a las áreas comprendidas dentro de la Denominación de Origen de tal bebida (DO) y excluir aquellas, que si bien también se elaboran a partir del agave o maguey, no están dentro de ésta, nombrándola peyorativamente Komil.
Independientemente de la importancia que tienen las DO’s, concuerdo con la doctora Ana Valenzuela cuando escribe:
     “Las Denominaciones de Origen recientemente se han estudiado en el mundo con el afán de remarcar su importancia a favor del desarrollo sustentable, la conservación de la biodiversidad y el conocimiento tradicional. Desafortunadamente, estos signos distintivos son modelados y adaptados a la realidad económica de los países, de los tratados comerciales y de sus políticas públicas y conflictos regionales. Es decir, son herramientas de comercio y propiedad intelectual. Entonces, la propuesta actual de nombrar ‘komil’ a los destilados de agave producidos fuera de la DO es una pieza que encaja perfectamente en el proyecto de NOM 199, de esta manera los mezcales tradicionales (fuera de la DO Mezcal), tendrían que llamarse Komiles. La diversidad de mezcales tradicionales tendría que cambiar de nombre si este anteproyecto se acepta”.
Y continúa:
     “Esta no es la primera vez que los actores de las DO's Mexicanas proponen -a mi juicio- medidas desesperadas por evitar la competencia. Algo parecido, fue la propuesta de registrar como marca la palabra Agave en el pasado en la NOM 070, aun latente, con una respuesta internacional a favor de la biodiversidad Mexicana. Si aceptamos que el objetivo de las DO Mexicanas es servir como herramienta de comercio, estamos de acuerdo en que no se preocupen por conservar tradiciones y biodiversidad, pero las NOM's se han vuelto medidas para evitar la competencia”.
     Es, a mi manera de ver, una manera de cercar a los mezcales tradicionales tanto con la DO como con la NOM. Básicamente las DO debieran proteger productos únicos para evitar su piratería, en tanto que la NOM regularía su producción. Al coaligarse ambas, lo que se pretende es asfixiar y eliminar paulatinamente a los productores de mezcal que no están dentro de la DO.
     No quiera ahondar en tema, que si bien importante, requiere de una discusión aparte.

                                             De la voz mezcal

     Desde mi punto de vista, komil es una vacilada, sin sustento filológico, etimológico y lingüístico.    Al parecer dicha voz lo tomaron del portal de internet Náhuatl.com.mx pero carece de fuentes, estudios y aparato crítico, por supuesto no menciona a autor o autores. Por tanto, tomarlo en consideración no sólo es una aberración, también es una total falta de respecto a las tradiciones y a la lengua náhuatl.
     Consultando, por ejemplo, el Diccionario náhuatl-español. Basado en los diccionarios de Alonso de Molina de Marc Thouvenot, tal palabreja no aparece ni con otra grafía. Lo mismo sucede que otros libros consultados. En el Anexo 1 se presentan diversas voces relacionadas con bebidas del diccionario citado.
     Si bien mezcal no es una palabra náhuatl, sí es un aztequismo que tiene muchos años de usarse en México y en todos los lugares donde se hace esta bebida.
     Hacia 1905, Cecilio A. Robelo en su Diccionario de la mitología nahoa rebatía la tesis de Manuel Orozco y Berra quien aseguraba que Mexcalla, “una isla en el mar chapálico”, significaba “casa de los mexicanos”, lugar en la que pretendidamente partió la peregrinación que fundaría México-Tenochtitlan.
     De esta manera refuta la aseveración:
     “Mexcalla se compone de Mexcalli que a falta de nombre castellano, lo designaremos con el aztequismo mexcal, y de la partícula la, que expresa abundancia, y significa: “Donde abunda el mexcal”. Mexcalli se compone de metl, maguey; de ixcalli, cocido, hervido y significa “maguey cocido”. Todavía hoy preparan los indios el mexcal que venden en los mercados como dulce, echando las pencas de cierto maguey, mexcalmetl, en barbacoa, donde quedan cocidas a dos fuegos. Hasta la venida de los españoles no se elaboró el licor mezcal por destilación”.
     Un año antes, el mismo autor publicó el Diccionario de Aztequismos o sea catálogo de palabras del idioma Náhuatl, Azteca o Mexicano introducido al idioma Castellano, donde explica los nombres Mezcal, Mescal o Mexcal:
     “(ME-XCALLI: metl, maguey; xcalli, aféresis de ixcalli, cocido, hervido o cocimiento. Cocimiento de maguey o maguey cocido o hervido. Los indios llamaban mexcal a las cabezas asadas de las pencas de cierto maguey, que son dulces; y todavía hoy se venden en los mercados.// Hoy se da el nombre de mexcal al aguardiente que por destilación alambricada se saca del jugo de las pencas asadas”. Y no sólo eso, en la nota correspondiente a este artículo, Robelo describe diferentes tipos de mezcales:
  Mezcal corriente
  Mezcal flojo o cola
  Mezcal de pulque
  Mezcal resacado de cola
  Mezcal resacado corriente
  Mezcal de cabeza
  Mezcal de substancia
  Mezcal de chorrera (figura 1)
     John Carl Buschmann en Vestigios de la lengua azteca en el norte de México y en el septentrión americano superior (1859), al ocuparse en detalle de la palabra mexcalli, al observar de forma preliminar lo que sobre Sinaloa escribió Alcedo en su Diccionario geográfico-histórico de las Indias Occidentales de América, como tierra árida poblada por muchos pueblos indígenas que viven en las márgenes de los ríos, del cultivo del maíz, cucurbitáceas y frijoles, se refiere a una planta a la que llaman mezcal, del que preparan vino, miel y vinagre.
     Buschmann también menciona lo que escribió Mülhlenpfordt en Schilderung der Republik Mejico al señalar entre las tres variedades de agave una pequeña a la que llaman mescále, de la que se prepara un aguardiente “vino mezcal” que contiene mucho fusel (alcoholes superiores). Las plantas crecían en estado silvestre en los estados de Durango, Sonora, Nuevo León y Oaxaca. Las raíces asadas eran alimento de algunas tribus del norte de México. La savia de sus hojas pasaba por ser excelente remedio contra el escorbuto, a pesar de ser muy amarga.
     Una interesante información fue la que recogió Carlos Tapia Zenteno en Noticias de la lengua huasteca, al distinguir el maguey “pulquero” (tzim) y “otra especie de la que sacan mezcale [que] llaman ytzi”. La palabra mizcal aparece en el náhuatl correspondiendo a lo que Sahagún en su Historia general de las cosas de Nueva España definió como “pencas de maguey cocidas”.
     Remí Siméon, en su Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana (1885), nos informa que el mexcalmetl, “cuyas hojas son buenas para comer y que sirve para fabricar el mexcalli”, siendo éste un “licor obtenido del maguey”. Es obvio que para esa época la difusión del mezcal se había confundido con el mexcal o mexcalli.
     La primera referencia al mezcal se consigna en la crónica denominada “Guerra de los Chichimecas” del agustino Guillermo de Santa María quien, acompañando al virrey Antonio de Mendoza, estuvo presente en la guerra del Mixtón en 1541, donde narra, refiriéndose a los actores de la rebelión, que: “el maguey les es grande ayuda y mantenimiento porque nunca les falta. Y del se aprovechan en todo lo que los demás de la Nueva España, excepto en no hacer ropa de él pero comen las hojas y raíz cocidas en hornillo que acá llaman mizcale. Y es buena comida y hacen vino del que beben...”
     El conquistador y cronista Gonzalo Fernández de Oviedo en su Historia General y Natural de las Indias (1548) informa de un pueblo llamado chacopati, que los españoles denominaron “magueyes”, que vivían “en la Tierra Firme, cerca de la provincia de Araya… por causa de cierta planta que llaman magueyes que es muy útil en aquella tierra […] y a esta gente magueyes llaman a los naturales de aquella tierra chacopati”.
     Oviedo resalta en este temprano informe la forma en que los chacopati obtenían el alimento y bebida del maguey. El cronista describe la manera en que se elabora la bebida:
     “Despencan aquella hierba, y la cabeza o cepa de ella cuécenla y hacen cierto manjar de asaz sustancia, conque se sustentan; y de las hojas secas el zumo por sudor de fuego, a manera de destilarlo. Y aquel licor beben aquellas gentes, porque agua nunca la ven ni la tienen, salvo de la mar, que no se sufre beberla. Carecen de ríos que no los tienen, ni fuentes, ni lagos, ni pozos ni en toda su vida beben agua, excepto cuando llueve, que allí acese muy pocas veces al año, y algunos años no llueve poco ni mucho”.
     Fray Juan de Córdoba escribe en el Vocabulario de Lengua Zapoteca (1578) que nizóo pizáhui o nizóo nizáhui tiene el significado de “vino de pencas de maguey asadas”. Al mexcal se le designa a “las pencas asadas del tòba yeè”, es decir, un maguey con el que se “hace vino”. Asimismo, en otra connotación de mexcal, el misionero atribuye el vocablo quìetòba yèe o quiquitòba yèe, con la acepción de “maguey asado, la cabeza o tronco”. A la cabeza o corazón del maguey que “asado comen” le llama quie tòba yèe. Además al “vino de agua del maguey hervido”, se le designa nizóo pee.
     El encomendero de Miahuatlán, Oaxaca, Mateo de Monjaraz, hijo del conquistador Gregorio de Monjaraz, en una Relación de 1580, al referirse a los múltiples usos del maguey escribe que de la cabeza o corazón del agave “se hace un género de conserva del centro del cual metiéndolo en un hoyo, encima unas piedras y echan tierra encima y fuego debajo con lo cual se cuece y queda tan dulce como conserva y se corta a tajadas que llaman mixcal, y asimismo hace vinagre y otras muchas cosas que no se pueden explicar ni dar a entender”.
     En la Descripción de la Nueva Galicia (1621), Domingo Lázaro de Arregui consigna que:
“Los mexcales son muy semejantes al maguey, y su raíz y asientos de las pencas se comen asados, y de ellas mismas, exprimiéndolas así asadas, sacan un mosto de que sacan vino por alquitara, más claro que el agua y más fuerte que el aguardiente y de aquel gusto. Y aunque del mexcal de que se hace comunican muchas virtudes, úsanle en lo común con tanto exceso, que desacreditan el vino y aun la planta”.
     Las voces mexcalli, mexcal o mezcal tienen una gran importancia lingüística por su enorme difusión geográfica en México, como lo demuestran los ejemplos anteriores. Pretender excluir las áreas que no están dentro de la DO donde se hacen destilados o aguardientes a partir del agave o maguey no solo borra de un plumazo la interesante y rica historia de esta bebida, sino que también la llevaría al ostracismo en la historia de México.
     Por supuesto implicaría desprendernos de nuestro patrimonio cultural y, por la parte social y económica, condenaría la producción artesanal del mezcal en comunidades que a lo largo y ancho del país sostienen a sus familias, a perder su tradición y con ello el legado histórico de los pueblos mexicanos. Es algo que los mexicanos no podemos permitir.

  ANEXO

Tlailli tlailli: Bebida. Fuente: 1780 Clavijero
Tail, tlail : Bebida (alcohólica), trago. Fuente: 1984 Tzinacapan
Tail. Bebida (alcohólica), trago. Diminutivo: tailtsin: bebida alcohólica
Mïxïtl: Bebida (por metáfora) / embriaguez (por metáfora) / hierbas que trastornan la cabeza; por metáfora, pulque y vino
Tlapätl, tlapatl; Bebida (por metáfora) / embriaguez (por metáfora) / hierbas que trastornan la cabeza ; por metáfora, pulque y vino
Nequailiztli, necuailiztli: Bebida de miel de maguey,
Tlaïlli, tlailli: Bebida, como vino, pulque.
Nepaitiliztli, nepaitiliztli: Bebida así.
Kitëka, teca: Vaciar una botella, servir una bebida, un caldo.


    FUENTES

Anónimo. Náhuatl.com.mx http://www.nahuatl.org.mx/index.html
Robelo, Cecilio A. Diccionario de Aztequismos o sea Catálogo de palabras del idioma Náhuatl, Azteca o Mexicano introducido al idioma Castellano. Imprenta del autor. Cuernavaca, 1904.
Thouvenot, Marc. Diccionario náhuatl-español. Basado en los diccionarios de Alonso de Molina con el náhuatl normalizado y el español modernizado, colaboración de Javier Manríquez, prólogo de Miguel León-Portilla, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas / Fideicomiso Felipe Teixidor y Monserrat Alfau de Teixidor, 2014, 484 p. (Serie Cultura Náhuatl. Monografías, 34).
Torrentera, Ulises. Mezcalaria, cultura del mezcal. Farolito ediciones, México, 2013.
Valenzuela, Ana. La importancia de los patrimonios bio culturales en las Denominaciones de Origen Mexicanas Mezcal y Tequila. El Proyecto de NOM 199. https://www.linkedin.com/pulse/la-importancia-de-los-patrimonios-bio-culturales-en-las-valenzuela?published=u





martes, 5 de junio de 2012

Mezcalaria (2)


Rodrigo Perceo*

Ulises Torrentera, periodista y escritor nacido en Oaxaca en 1964, recién acaba de publicar su primer libro de una serie sobre un tema que, ahora sí literalmente, promete ser más mexicano que el pulque. Y no puede ser otra cosa más que el mezcal, bebida que tiene también sus raíces emparentadas con ese otro elíxir nacional proveniente de los tiempos de antes de la colonia. La colección que promete dar cabida a este tipo de investigaciones y aún a más del mismo tenor es Farolito ediciones, cuyas siguientes publicaciones (serán) un compendio de sabiduría mezcalera.
Para quienes están interesados en adentrarse en los secretos de nuestra bebida nacional, podemos afirmar que la investigación ahora publicada es docta y bien documentada, pese a su tono bonachón y “ébrico”, que por otra parte no podemos dejar de agradecer, como lectores que no por no necesitar de datos y buena documentación despreciamos el sentido del humor y el aspecto dionisiaco de la vida.
El libro está estructurado como una recopilación  comentada eruditamente de artículos diversos acerca del mezcal. En la primera parte de esta historia “no oficial” del mezcal, se encuentra todo acerca de la materia prima con la que se elabora la bebida: el maguey. Complementada con un artículo referente a la bebida sagrada de los precolombinos: el pulque.
La segunda parte contiene la explicación del proceso de producción del mezcal, en comparación con otras bebidas emparentadas con él. En la tercera parte podemos encontrar un recuento de la vida del mezcal a través de la historia de México. En el cuarto segmento el autor inicia una polémica acerca de cómo se deben clasificar los mezcales, exponiendo cómo en cada región de Oaxaca se tienen diferentes maneras de elaborarlo, lo que produce también distintos sabores y calidades de la bebida. Propone, en aras al siglo que está entrando y en contraposición con la actual Norma Oficial Mexicana que cataloga a los mezcales a la par de los tequilas, establecer una clasificación similar a la que se da con los vinos, por regiones.
Otros temas que se tratan en el libro son el proceso cultural que ha seguido a la historia del mezcal a través de las transformaciones históricas del país: el sincretismo en lo religioso, el mestizaje en lo social y el acendrado proceso de aculturación que hace que peligre la permanencia misma de esta bebida, como muchas otras antes que ella –pulque, pozol, balché, tesgüiño, tuba, colonche, tepache y tibicos, entre otros-, corre el riesgo de desaparecer o de quedar en el olvido.
Entre las líneas del libro, deliciosamente nos vamos enterando de cómo se quedaron estupefactos los españoles ante tal deliciosa bebida y de ver cómo los indígenas la apreciaban a tal grado de dedicarle gran parte de su ritual sagrado y de sus tradiciones al mezcal, y de cómo los virreyes coloniales intentaron de muchas maneras de prohibir este tipo de bebidas, “en virtud de que los fabricantes de chinguirito, con porfiada osadía se acrecientan, multiplicándose por minutos en centenares”.
Otro peligro que se avizora, según el autor, es el de “tequilizar” al mezcal, es decir, producirlo con el objetivo único de buscar beneficios económicos, lo que también perjudica la tradición misma de elaborar y beber el mezcal. Por último, se hace una urgente reflexión sobre la necesidad de preservar el entorno ecológico ante la demanda de magueyes que el ávido mercado tiene en la actualidad, y se esbozan algunas posibles soluciones.
Sin duda alguna, el mezcal es parte del patrimonio cultural mexicano lo mismo que los mitos quichés o las leyendas mexicas, lo mismo que el tamal o el mole de olla, y debe ser preservado como lo que es. Sin duda también, obras como la presente ayudan a recuperar esta herencia y a concientizarnos de la importancia que tiene para nuestra nación.
Publicado en Bon Vivant. Año I, Número 12. Septiembre 2000.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Mezcalaria


Sergio González Rodríguez*

El éxito del tequila como bebida de consumo en el mundo, ha llevado a soslayar la importancia de la cultura del mezcal lo mismo fuera que dentro de México. Como parte de una tarea reivindicativa de esta cultura que se centra en Oaxaca y de allá irradia a otras latitudes, aparece ahora el libro de Ulises Torrentera titulado Mezcalaria, que difunde Farolito Ediciones y cuyo nombre viene de la célebre cantina de la novela Bajo el volcán de Malcolm Lowry.

Mezcalaria constituye un compendio informado y ameno sobre el tema. De hecho se puede leer como una historia del mezcal y reúne sabes históricos, antropológicos y culturales. Su valor resulta equiparable a la monografía que años atrás logró acerca de El pulque Raúl Guerrero (Joaquín Mortiz/INAH, 1985).

Ulises Torrentera no solo recupera las fuentes testimoniales y bibliográficas pertinentes, sino que formula un marco de entendimiento múltiple acerca del mezcal. Su enfoque surge de lo que denomina “cultura ébrica”, que participaría, por una parte, de la llegada del vino0 a América y, por otra, de la continuidad del ritual en torno al pulque entre los indígenas. Como producto del mestizaje, la cultura ébrica representaría, debido a su origen y desarrollo durante la Colonia, una forma de resistencia a la conquista real y espiritual de los españoles.

“Algo pone de manifiesto la historia del mezcal”, escribe el escritor y también periodista, “es que transversa otras historias, la del mestizaje y la del sincretismo. A pesar de la generalizada adopción de costumbres españolas, los ´pueblos indios las modificaron, recordando su pasado. Más aún, relapsos, los pueblos y los individuos idolatraban a sus antiguos dioses, transfigurados a la manera de sus conquistadores”.
Un paso delante de la mayoría de antropólogos e historiadores profesionales, que se limitan a reproducir lo ya visto o leído, Ulises Torrentera busca elaborar una terminología particular para expresar su materia de estudio. Dotado de ingenio y claridad, el “mezcólogo”, que de acuerdo al propio libro es “El que estudia al mezcal desde su historia hasta el proceso de elaboración”, expone los diversos aspectos de la “mezcalotría”.

Mezcalaria, asimismo, está impreso en una bella edición de formato breve que incluye ilustraciones y una bibliohemerografía.

*Publicado en la Revista Ángel Cultural del diario Reforma. Domingo 16 de abril del 2000.

lunes, 14 de mayo de 2012

MEZCABULARIO por Ulises Torrentera

May 11, 2012
Ulises Torrentera. Foto: Siegrid Wiesse.

Cecilia Rios Murrieta
La Niña del Mezcal

Durante mi última y prolongada estancia en Oaxaca, tuve la fortuna de disfrutar al máximo de la vida cotidiana de esta maravillosa ciudad. No hay nada como comenzar el día corriendo por las calles empedradas de la Verde Antequera, mientras sus habitantes apenas despiertan y los artesanos acomodan sus puestos cuidadosamente para recibir a los visitantes pasajeros.
Por las tardes, gustaba de una caminata por el zócalo y ocasionalmente me sentaba en los Portales, sin más compañía que una cerveza bien helada para contemplar a todos los que iban pasando. Pero lo que más me agradaba de ser local en la ciudad del Mezcal, eran los ratos que pasaba conociendo más a fondo a los personajes enigmáticos que le han dado vida a esta bebida espirituosa. Personajes como Ulises Torrentera; escritor, bohemio y romántico eterno del mezcal de Oaxaca.
Breve Guía del Mezcal

Quien incursiona al mundo del mezcal, seguramente ha conocido o ha oído hablar de Ulises Torrentera. O tal vez se ha topado con alguna de sus publicaciones, como Mezcalaria o la célebre Breve Guía del Mezcal. Si has escuchado o pronunciado alguna vez la palabra “mezcólatra”, debes saber que pertenece a un conjunto de vocablos característicos al mundo del mezcal que fueron registrados en un catálogo denominado Mezcabulario, cuyo autor es uno de los más fascinantes mezcólatras que he tenido el placer de conocer.
Si alguna vez andas por Oaxaca y estás en busca de una aventura mezcalera, puedes encontrar a Torrentera en su mezcalería In Situ donde, además de aprender más acerca de la cultura del mezcal, podrás disfrutar de la colección de mezcales El Farolito, curada por él mismo.


MEZCABULARIO por Ulises Torrentera
  • Mezcólogo: El que estudia al mezcal, desde su historia hasta el proceso de elaboración.
  • Mezcalómano: Persona afecta y aficionada al mezcal.
  • Mezcóforo: El que porta el mezcal. El que lleva el mezcal en las venas. También se le puede decir así al cantinero o mesero.
  • Mezcólatra: El que conoce la historia, los ritos, los procedimientos de elaboración, las propiedades y gusta y degusta mezcal.
  • Mezcalier: El que degusta mezcales. El término es una combinación de mezcal y sommelier. Evidentemente se contrapone a un término ya acuñado: tequilier.
  • Mezcófilo: Literalmente, el que quiere al mezcal. Es aquel que prefiere al mezcal a otras bebidas pero su conocimiento para probarlo es limitado. Gusta de otras bebidas.
  • Mezcófago: El que, literalmente, traga, no bebe mezcal. Acaso tendrá dos acepciones. Si se dice que el mezcólatra es mezcófago bien podemos decir que bebe en cantidades industriales. También es aquel que bebe por beber, exageradamente.
  • Mezcasiarca: El que preside la mezcalaria. Es la versión mexicana del symposiarca o “jefe de banquete” griego.
  • Mezcalaria: Toda fiesta que presida el mezcal.
  • Mezcanáuta: El que viaja a través del mezcal (cualquier cosa que signifique esto) y no se queda en el viaje.
In Situ Mezcalería

In Situ Mezcalería
Matamoros 206. Centro Histórico, 68000 Oaxaca de Juárez
044 951 116 3230

http://www.laninadelmezcal.com/

jueves, 10 de mayo de 2012

Madre:


La dificultad del amor no radica en expresarlo, sino en trasmitirlo. No en palabras, sino en una mirada, una caricia, incluso el alejamiento. Sentir el amor no requiere de la presencia de uno u otro, sino saber con convencimiento que se es amado. La única certeza que tenemos los humanos es que somos amados por quienes nos dieron la vida; queda de los descendientes honrar ese amor. Y día a día el amor del que estamos constituidos desde la gestación conforma nuestras acciones: fracasos y logros, decepciones y tribulaciones.
En el momento de dificultad no está la imagen de dios o algún santo o una virgen. Están la de los padres, especialmente de la madre. Eso me ocurre a mí. No me preocupa cometer un pecado, una falta, increpar o desavenir mi vida. Me preocupa, sí, que al cometerlo te afecto. Y con gran cinismo se de antemano que estoy absuelto por ti. No quiero el perdón de un dios ni la aceptación de los humanos,  me basta esa infinita mirada de amor que deslizas lentamente hasta acumularse como una piedra luminosa en mi corazón.
Mi corazón es débil y lo protejo con el hielo cerebral. Creo en el desapego como una fórmula para no sucumbir al atroz  hecho de ser humano y estar rodeado de ellos. Incluyo a mi familia. Ser artista es la peor de las maneras para incursionar en este mundo pero sin duda alguna es la mejor forma para trascenderlo.
Amar es difícil, ser amado mucho más porque exige correspondencia que evidentemente no percibes en mí. Y año tras año la supuesta reciedumbre de mi corazón se resquebraja, se quiebra como hojarasca porque finalmente el amor que me trasmites eleva mi espíritu que solo quiere que cada uno de mis actos sean justos pero más allá de ello, que te sientas honrada de tener un hijo que si bien errátil y disperso, algo aportará al mundo que desprecia.
Ulises

martes, 8 de mayo de 2012

Wiese: Donde lo evidente no es verdad



 El próximo jueves 17 de mayo, la pintora Siegrid Wiese inaugurará la exposición Evidencialismo en Casa del Poeta. Álvaro Obregón 7, Colonia Roma, México D. F. a partir de las 19 horas. Este es el texto que acompaña la obra.



La mirada del ser humano se extasía ante un mundo que muda constantemente: cambia todo sin tregua, transformándose de una apariencia a otra. Como en un río sin principio ni final, la forma de las cosas y los seres vivientes evoluciona. Toda imagen es errante, trásfuga de su propia sustancia; trashumante, el hombre se precipita al caos de su propia existencia donde nada es seguro, todo es volátil, inasible.
Para Ovidio el cuerpo es mero accidente, por tanto efímero y la forma es esencia, permanente. El cuerpo es pasajero; la forma, la esencia es durable, incorruptible.
Es el ojo del artista quien fija el instante, quien eterniza lo mudable y momentáneo, convirtiéndolo en referente, en esencia, en forma aprehensible y cognoscible, pero fundamentalmente en poesía, siempre y cuando conduzca al arte, de lo contrario está condenada a lo previsible: su extinción.
El rostro, es decir lo accidental, cambia, se transfigura no solo con el paso del tiempo sino también por las emociones, contenidas y manifiestas, que se reflejan con tan solo contemplarlo de reojo. Los sentimientos exteriorizan el tumulto de sensaciones y emociones del ser atrapado en su cuerpo, por ello los rostros develan el ser interno que habita, solo y desolado, el cuerpo que ansía llegar a forma pero que se aniquila sin cesar.
De ahí que las máscaras jueguen un papel importante en todo ritual humano, sacro o profano, puesto que detiene o enfatiza una expresión o su ausencia; antropomorfiza gestos animales o fantásticos: expande la mirada que irradia a todos lados, en todos sentidos.
En Evidensialismo de Siegrid Wiese lo evidente no es lo que parece. En el recorrido de su obra la forma humana es la que prevalece, con especial atención al rostro. Retratos que muestran el conflicto interno en que se debaten los protagonistas y sus acompañantes. Solos o acompañados, los personajes de la pintora oaxaqueña nos perturban, nos conturban como espectadores.
Hay un elemento común en estos retratos: nos inquietan, nos incomodan porque a final de cuentas, y eso se hace evidente al término del recorrido, que esos personajes somos nosotros mismos, desdoblados, enmarañados, agazapados en nuestra conciencia, en el fondo de nuestro ser del que no queremos hurgar porque implica hacer patente lo evidente.
Vidente, Wiese, nos descubre lo que está oculto y nos descubre como seres humanos múltiples, interiorizados, descorazonados y, sin embargo, con un hálito de esperanza a pesar de paisajes brumosos, diríase que dantescos, que rodea sus creaciones.
En Evidensialismo Wiese no solo se muestra como una artista desenvuelta, conocedora de su oficio sino también con un discurso propio que se desliga del común de los artistas plásticos oaxaqueños: el amaneramiento folcloroide, sin compromiso ni con la pintura ni con el espectador.
Evidensialismo es, asimismo, el advenimiento de una forma diferente de hacer pintura en Oaxaca, el principio de un rompimiento largamente anunciado y siempre pospuesto pues la fórmula tan chabacana, decorativista y pretendidamente indigenista se ha agotado; fórmula explotada hasta la saciedad por galerías y alabada y avalada por supuestos críticos de arte que medran de la ingenuidad del marchante y de la perversidad del comerciante.  
Evidencialismo se anuncia, en esta exposición, como el inicio de reconstruir el pasado reciente de la pintura oaxaqueña o hecha en Oaxaca que se ha ocultado por la vorágine de la mascarada llamada escuela oaxaqueña de pintura; evidencialismo bien podría llamarse a la nueva tendencia de la pintura oaxaqueña… está por verse o admirarse.

Ulises Torrentera

lunes, 30 de abril de 2012

Marina


Juan Fernando espera en el lobby del hotel. Sentado en una poltrona desmimbrada, el indio zapoteco hojea un periódico local de apenas ocho hojas tamaño sábana y de un diseño nada agradable a la vista. El caso de Marina García sigue fresco a pesar de que ha pasado poco menos de un año del suceso que conmovió a los oaxaqueños o antequerenses como gustan designarse así mismos algunos cultos en recuerdo al antiguo nombre de la ciudad, la Nueva Antequera, que se convirtió en Verde Antequera por el color de la piedra con que construían sus edificios. Juan Fernando no puede evitar un mohín de disgusto por el rebuscado patronímico que aparece en el diario, pero lo olvida al recordar a Marina.
Juan Fernando conoció a Marina, hija de un diestro tejedor de manteles en el barrio de Xochimilco, don Juan García Botija que se echó al trago después de la muerte de su única hija. Marina, como aquella que conoció el conquistador español. Pero esta Marina –recuerda Juan Fernando– era de una extraña belleza, que cautivaba a quien la viera. En el barrio de Xochimilco estaban orgulloso de ella y todos la cortejaban y, al mismo tiempo, todos la cuidaban de los cortejos. Juan Fernando todavía tiene una pequeña cicatriz en el pómulo izquierdo debido a una riña durante la fiesta del barrio ya hacía unos seis o siete años. ¿Cómo olvidar a Marina si todos sus intentos por agradarle fueron vanos, si todas sus respuestas fueron esquivas, si, al fin y al cabo, lo mantuvo en vilo entre un probable sí y un certero no? Mas la cicatriz en el rostro, una escisión en forma de un signo de interrogación, no le molesta, sino la herida que no ha cicatrizado del todo en su corazón: el rechazo.
Herida que abrió de nuevo al enterarse de su repentina muerte que, al decir de mucha gente, fue debido a un hechizo de un pretendiente rechazado, así como él. Tres días de agónica existencia recuerdan sus padres y el propio Juan Fernando que veló a la enferma en el umbral de su casa, como otros tantos pretendientes, amigos, familiares... pareció un funeral adelantado. En los corrillos nocturnos empezó a circular la versión de que su enfermedad era en realidad brujería. Después que los médicos se declararon incompetentes, poco a poco empezaron a llegar extraños personajes a la casa de don Juan García, primero curanderos, después, según algunos, brujas.
Juan Fernando platicó, después de los sucesos con el doctor Vigil. Todo empezó con un ligero dolor de cabeza que le provocó, desde un principio, una disfagia extrema. A la enfermedad consuntiva, de origen desconocido, siguió una caquexia que en un tiempo brevísimo la llevó a la tumba y de la tumba al deshonor de la familia.
Nada pudieron hacer médicos, curanderos y brujos. Marina falleció como a las nueve de la mañana del 3 de febrero. La velación del cadáver, esa misma noche, congregó a todo el barrio. El coronel Constantino Chapital, gobernador del Estado y compadre de Juan García, asistió para dar las condolencias a la familia. Al día siguiente, una gran procesión siguió el féretro de madera revestido de fieltro blanco, como correspondía a una señorita. Juan Fernando, consternado, siguió como autómata a los deudos y bajo un pochote lloró en silencio mientras el cura de la parroquia de Xochimilco santiguaba con agua bendita el féretro colocado en un foso que primero se llenó de alcatraces, grandes flores blancas de pistilo amarillo, y después de tierra, cuya humedad llenó de olor térreo el pequeño panteón del barrio.
Poco a poco el cementerio empezó a despoblarse en la medida en que el sol se ocultaba tras el cerro del Fortín. Juan Fernando y dos amigos más, Miguel y Ángel, se retiraron al último, mientras el sepulturero guardaba sus tristes herramientas de trabajo: un pico, una pala, cuerdas y unas cubetas de latón. Toda la noche los tres se la pasaron tomando en la tienda de don Ramón Ximeno quien los acompañó y hasta invitó algunos tragos al advertir la tristeza que los invadía y que también compartía.
Saliendo del tendejón de Ramón Ximeno, las primeras noticias de la profanación de la tumba empezaron a correr de voz en voz en el barrio. El cuerpo desnudo de Marina fue encontrado por un arriero en las faldas del cerro del Fortín.
La ciudad se estremeció, tanto como había pasado con el terremoto de hacia un año antes. Y si bien Juan Fernando se había resignado con su muerte, la profanación de la tumba y luego el acto de necrofilia, lo sumieron en una congoja que aún ahora lo estremece.