¿Existió El Farolito o solo fue una invención literaria del autor de Bajo el volcán? Todo parece indicar que existió realmente pues uno de los propósitos centrales de un viaje emprendido diez años después de la publicación mencionada –que se consigna en Oscuro como la tumba en que yace mi amigo- es encontrar ese “lugar infernal”.
Así lo consigna el biógrafo del escritor inglés, Douglas Day. En el segundo viaje de Malcolm Lowry con su segunda mujer Margerie Bonner, en 1942, no encuentran El Farolito en cambio se enteran de la muerte de su amigo oaxaqueño Juan Fernando Márquez, noticia que lo conmueve hondamente.
En Bajo el volcán, el escritor menciona lugares, personas y artículos tales como la Cervecería XX, El Bosque, atendida por la vieja Gregorio; Hotel Bellavista, El Farolito, una supuesta estatua de Victoriano Huerta; La China Poblana, Baños La Libertad, Harina Princesa Donají, La Despedida, El Edén, El Puerto del Sol, La Sepultura, Tequila Añejo de Jalisco, Casino de la Selva, Todos contentos y yo también, Las Novedades, Salón Ofelia, El Petate, Mezcal Xicoténcatl, Hotel Francia, El infierno, muchos de los cuales existieron ya en Oaxaca, ya en Cuernavaca.
Por ejemplo la cantina Al Bosque, en la séptima calle de Hidalgo número 44 en Oaxaca era propiedad de Cornelio Hernández en tanto en Cuernavaca existía otra cantina con ese mismo nombre, como lo relata Lowry en ya legendaria carta a su editor Jonathan Cape.
En la década de los setenta del siglo pasado, José María Bradomín publica El Oaxaca de hace 50 años, donde describe costumbres y tradiciones locales, entre ellas menciona las pulquerías La Parranda, de Mamá Tola; la de Juan Cabrera, de Las Viches, Las Pitionas; la de Lola La Chata y Chole La Gata.
La tepachería de Tía Nico, la de La Bella Camerina y de Tío Neo. En el Portal de Flores, frente al zócalo, también hay cantinas: El Edén y El Jardín. Ahí asisten parroquianos de “alto copete”.
Otras tascas reconocidas son El Zihuatlán, Oaxaca de Noche, Jugando los Gallos, La Rojeñita, La Alianza, La Copa del Olvido, Iris y La Carmelita. Por supuesto, no se puede pasar por alto la cantina La Farola, en la tercera de 20 de Noviembre, “tasca de prosapia y exquisita botana” que aún se puede visitar y es atendida por Eder Escobar.
No hay, sin embargo, mención de El Farolito en libros y crónicas periodísticas de la época. En el archivo municipal se encuentran nombres interesantes de este tipo de establecimientos que enumeramos sin que la lista sea exhaustiva:
Salón Moctezuma Salón Olimpia La Rambla, La Oriental, Salón Cantina Ritz, Club Verde. La Feria, Casa del Mezcal, El Penque, Carta Blanca, Los Príncipes, El Submarino, Salón Modelo, Club Aldama, Salón Balaju, Salón Cristal, El Maguey Azul, La Favorita, Punto Final, Wuaykiki, Atotonilco, El Faro, Tío Pepe, Gotas de Maguey, La Zoquileña, Mi Despachito, La Coronita, La Alborada, Río Rosa, El Tenampa, La Flecha Roja, La Sorpresa, Agua Azul, El Siboney, Monte Carlo, El Saboy, El Danubio, Bahía, Salón Saturno, La Mera Mata La Cabadonga, El Balcón, El Palmar, La Serranita, La Solteca, Puerto Rico, Rayo del 35, Hawai, El Pabellón, Villa del Mar, La Barca, El Palenque…
Si no fuese por la relación de pago de impuestos municipales, quizás nunca sabríamos hoy dónde y quién era la propietaria de El Farolito.
En una relación de 1949 firmado por el recaudador de rentas municipales, Enrique L. Contreras, enlista 163 causantes; al margen se suman 7 contribuyentes más que no aparece en la suma total; en el renglón de observaciones se hacen anotaciones manuscritas con el nombre de los negocios: Adrián Guzmán Serrano. García Vigil 36. C. Villa de Mar. Carmen Luna López. Las Casas 28 El Farolito (contribuyente número 18 de la lista, con el pago de cuota de 125 pesos).
Otro documento municipal es revelador, pues la misma propietaria de “un tendejón de licores al copeo y abarrotes”, establecido “desde el primero de septiembre de 1933” y con la dirección anterior solicita al ayuntamiento mantener la misma cuota del año anterior. El documento está fechado el 29 de enero de 1948.
Si ahora, después de infructuosas búsquedas literarias y periodísticas, sabemos el desplazamiento de El Farolito… ¿cómo era éste? Dejemos al propio Lowry que lo describa:
¡El Farolito! Era un lugar extraño, en verdad un lugar para las últimas horas de la anoche y las primeras del alba, y que por regla general, como aquella horrible cantina de Oaxaca, no abría sino hasta las cuatro de la madrugada. Pero como hoy era día de los muertos, no cerraría. Al principio le había parecido diminuta, solo después, cuando llegó a conocerla bien, logró descubrir cuán extensa era hacia el fondo, y supo en realidad que se componía de numerosos cuartos diminutos, cada uno más oscuro y pequeño que el anterior, y todos comunicados sucesivamente entre sí, y que el último y más oscuro de todos no era mayor que una celda.
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