sábado, 21 de mayo de 2011

Menstruario

¿Por qué para algunos el feminismo es la exacerbación de la condición femenil? ¿Por qué para algunas mujeres (a punto estuve de escribir “y los mujeres”) el feminismo es más que una militancia? Me asaltan muchas dudas de las que no tengo respuesta. Así que he pensado en la relectura como un acercamiento a estos temas. Empecemos, pues, con el mundo antiguo. Ahora bien, es necesario dejar constancia acerca del nombre de esta columna. No se pretende denigrar ni mucho menos menospreciar. Simplemente se me ocurrió relacionándolo con su ciclo menstrual.
La mejor manera de empezar es con Herodoto, considerado el Padre de la historia. En las subsecuentes columnas se seguirá con otros autores. Sin más preámbulos iniciemos.
Herodoto, autor de Los nueve libros de la historia relata su paso por Babilonia, donde, maravillado, describe la ciudad, sus riquezas y costumbres. Acaso este libro sea uno de los primeros documentos antropológicos, junto con el de Marco Polo de cuyo viaje a Oriente entresacaremos algunos pasajes relacionados con este tema. En Babilonia, nuestro autor nos cuenta:
La costumbre más infame que hay entre los babilonios, es la de que toda mujer natural del país se prostituya una vez en la vida con algún forastero, estando sentada en el templo de Venus. Es verdad que muchas mujeres principales, orgullosas por su opulencia, se desdeñan mezclarse en la turba, con las demás, y lo que hacen es ir en un carruaje cubierto y quedarse cerca del templo, siguiéndolas una gran comitiva de criados. Pero las otras, conformándose con el uso, se sientan en el templo, adornada la cabeza con cintas y cordoncillos y al paso que las unas vienen, las otras se van. Entre las filas de las mujeres, quedan abiertas de una parte a otra unas como calles, tiradas a cordel, por las cuales van pasando los forasteros y escogen a la que les agrada.
Después que una mujer se ha sentado allí, no vuelve a su casa hasta en tanto que alguno le eche dinero en el regazo, y sacándola del templo satisfaga el objeto de su venida.
Al echar dinero, debe decirle: “Invoco con favor tuyo a la diosa Mylitta”, que éste es el nombre que dan a Venus los asirios; no es lícito rehusar el dinero, sea mucho o poco, porque se le considera como una ofrenda sagrada. Ninguna mujer puede desechar al que la escoge, siendo indispensable que le siga, y después de cumplir con lo que debe a la diosa, se retira a su casa. Desde entonces no es posible conquistarlas otra vez a la fuerza de dones. Las que sobresalen por su hermosura, bien presto quedan desobligadas; pero las que no son bien parecidas, suelen tardar mucho tiempo en satisfacer a la ley, y no pocas permanecen allí por espacio de tres o cuatro años. Una ley semejante está en uso en cierta parte de Chipre.
Hasta aquí el relato, que mucho se asemeja a un cuento.
En otra parte, consigna Herodoto que los jonios, huyendo de los atenienses, salieron de sus ciudades. Sin embargo no llevaron a sus mujeres a las nuevas colonias, por lo que tomaron por la fuerza a corintias, a cuyos padres, esposos e hijos les quitaron la vida. Por esta razón, las mujeres juramentadas entre sí, “se impusieron una ley, que trasmitieron a sus hijas, de no comer jamás con sus maridos ni llamarles con ese nombre”. Esto ocurrió en Mileto.

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