lunes, 30 de mayo de 2011

Mestruario II*

En nuestra entrega anterior nos referimos a una costumbre en Babilonia en donde las mujeres se prostituían una vez en su vida en el templo dedicado a la Venus asiria. La prostitución sagrada fue una práctica común en el mundo antiguo y, por supuesto, nada tiene que ver con la prostitución que conocemos en Occidente desde tiempo inmemorial.
Prosigamos de la mano de Herodoto quien nos refiere a propósito de otro templo sagrado en Egipto, este consagrado a Venus Urania. El faraón Psamnítico, “con suplicas y regalos” logró que tropas escitas que habían llegado a Siria Palestina no siguieran su camino de conquista. De regreso, cuando llegaron a Ascalona, ciudad de Siria, la mayor parte del ejército pasó sin hacer daño alguno, sin embargo no faltaron algunos rezagados que saquearon el mencionado templo.
“Este templo, según mis noticias –apunta Herodoto–, es el más antiguo de cuantos tiene aquella diosa, pues los mismos naturales de Chipre confiesan haber hecho a su imitación al que ellos tienen; y por otra parte los fenicios, pueblo originario de la Siria, fabricaron el de Cytheres”.
A causa de la profanación, nuestro narrador nos dice que: “La diosa se vengó de los profanadores enviándoles a ellos y su descendencia cierta enfermedad mujeril; y todos los que van a la Escita ven por sus ojos el mal que padecen aquellos a quienes los naturales llaman Enareas”.
Si no nos equivocamos, la enfermedad a la que se refiere el texto seguramente es la homosexualidad. Pero ello es mera especulación. Se nos informa, asimismo, que a Venus los asirios llamaban Mylitta, los árabes Alitta y los persas Mitra. La importancia en Medio Oriente y Asia, además de la región helénica del Mundo Antiguo, de esta deidad queda más que manifiesta.
Herodoto nos informa también que los licios, cuyos orígenes se remontan a la isla de Creta y que antiguamente estuviera habitada por bárbaros, tienen leyes además de helénicas, parte cretences y parte carias. Sin embargo los distingue una en particular y “es el de tomar el apellido de las madres y no de los padres; de suerte que si a uno se le pregunta quién es y de que familia procede, responde repitiendo el nombre de su madre y el de sus abuelas maternas. Por la misma razón, si una mujer libre se casa con un esclavo, los hijos son tenidos por libres e ingenuos; y si al contrario, un hombre libre, aunque sea de los primeros ciudadanos, toma mujer extranjera o vive con una concubina, los hijos que nacen de semejante unión son mirados como bastardos e infames”.
Una muestra tardía para demostrar que mucho antes, el matriarcado era práctica común.
+*Publicado en la revista semanal Mujeres

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