viernes, 13 de mayo de 2011

Culturama

Columna radiofónica semanal

De manera abrupta, alguien decidió nombrar a un nuevo director de la Casa de la Cultura Oaxaqueña. Así, se despachó a Sergio Cervantes y tomó la estafeta Javier Alonso quien en menos de quince días fue a su vez destituido. ¿Qué pasó? Bien a bien nadie lo sabe, lo cierto es que fue una decisión dictada por el capricho. Es seguro que el secretario de cultura, Andrés Webster Hernestosa, impidió que se consumara la imposición. Pero fuera de ese chisme palaciego, hay dos cuestiones importantes que señalar.
Por una parte se impone preguntarse bajo qué criterios se nombrará a un nuevo director de la casa de la cultura? ¿Cuál debe ser el perfil adecuado? Y, por otra parte y de manera sustancial, independientemente del personaje que sea el nuevo titular de la institución, ¿qué va a pasar con la casa de la cultura?
A estas alturas es claro que esa institución está anquilosada, como centro cultural no responde a las exigencias que la sociedad reclama. El Instituto de Artes Gráficas, la Casa de la Ciudad por solo nombrar dos importantes centros culturales, han substituido a la casa de la cultura.
Los últimos directores nunca imprimieron un nuevo sesgo a la institución, simplemente dejaron que las cosas marchasen como en los años setenta de siglo pasado. Hoy por hoy no hay proyecto para el siglo xxi de una casa de la cultura oaxaqueña. Lejos de modernizarse, de ser adalid de las artes y la cultura, esa institución simplemente se burocratizó.
La casa de la cultura se ha convertido en guardería, donde los padres dejan a sus hijos para que se entretengan. No es iniciadora de artes, es cuidadora de niños. La época en que brilló la casa de la cultura pasó hace mucho tiempo. Es imprescindible refundarla pero eso se ve imposible teniendo a un secretario de cultura timorato.

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