En la rara edición Descripción de tipos muertos célebres oaxaqueños, publicados en el Taller de Imprenta y Encuadernación del Gobierno del Estado en el año de 1928 se reunen breves textos de Genaro V. Vásquez, Pedro Camacho , Vicente González, Francisco Vásquez, Jorge Fernando Iturribarría Bolaños, Enrique Othón Díaz y Salvador Mendoza que fundamentalmente trata de aspectos tradicionales y leyendas de Oaxaca.
En el primer artículo, de Genaro V. Vásquez –a la sazón gobernador–, que da título a esta plaqueta de 63 páginas de media carta, el autor rememora a tipos célebres oaxaqueños desaparecidos en esa época. Otro texto, sin firma, esboza algunos "perfiles oaxaqueños" en los que hace apología, claramente provinciana, de Genaro V. Vásquez (el gobernante que acuñó la frase “Hay que darle la razón al indio aunque no la tenga”) quien “si hubiera sido Cristo le habrían crucificado en el meridiano de todos los ideales con clavos ardientes de vernáculas canciones”.
También aparecen Francisco López Cortes, quien sucedería a Genaro V. Vásquez en el cargo, de quien “millares de millares de socialistas del Estado forman sus falanges y esperan la acción de este dirigente zapoteca”; del compositor Samuel Mondragón, quien “tiene el alma de guitarra”; de Alberto Vargas, a quien la provincia “deja que escriba sus poemas sobre la albura lunada de su carne”; Juan G. Vasconcelos, “tipo indio y sensibilidad de arpa” y del pintor Alfredo Canseco Feraud, a quien “el alma noble y vieja de Antequera lo sostiene…”
El resto de los textos poco o nada tiene que ver con el título de la obrilla, lo que permite colegir que inicialmente solo su publicaría el ensayo de Vásquez y después se anexaron los demás textos. Sin embargo esto de ninguna manera demerita lo escrito a pesar de que, con los años, serán temas recurrentes en la lírica oaxaqueña.
En el primera relato, Vásquez, gobernador dos años antes, hace un recuento de anécdotas y hechos de por lo menos una veintena de personajes de la vida pública del Oaxaca de las postrimerías del siglo XIX al inicio del XX. Su prosa está salpicada siempre por un tono nostálgico.
Pedro Camacho escribe una sucinta “Leyenda de la fiesta del Lunes del Cerro” que, por supuesto, nada tiene que ver con lo que hoy conocemos como Guelaguetza, que se instaura cuatro años después para conmemorar el IV Centenario de que fuera erigida en ciudad la capital y que se conoció primeramente como “Homenaje Racial”. Esta fiesta devendría como Guelaguetza que al paso del tiempo perdería todo rasgo de autenticidad como sucede actualmente.
En tanto, Vicente González relata las leyendas de la esquina de “El Pocito” y “El Pelón”. Al inicio de ésta advierte: “Leyenda narrada por el subscrito en el Cerro de El Fortín con motivo de la 'Fiesta de la Azucena'. 1928”. De resto no queda nada en la fiesta comercial que se ha convertido la Guelaguetza.
Por su parte, Francisco Vásquez describe "Tres leyendas oaxaqueñas": la Casa de Salmo, la llorona y Mariana la frutera.
A continuación Jorge Fernando Iturribarría describe, en tono francamente bucólico, una celebración típica de "La pizca", hoy celebración extingida o en vía de desapariciíon.
Un texto delicioso de Enrique Othón Díaz, al parecer un fragmente de sus "Apuntos flocklóricos", en el que hace una meticulosa descripción de la gastronomía oaxaqueña –en el que , por supuesto se excluyen recetas–, un recuento permenorizado de las costumbres oaxaqueñas en la mesa.
"hablar de la cocina, repostería y confituría oaxaqueña, es hablar de la vida doméstica, de la vida patrialcal y sencilla de este pueblo de leyenda…" inicia así su relato el autor. Quizás, a mi gusto, este es el mejor texto de este libro a pesar de que Othón Díaz reconoce que "tal vez estas impresiones hayan resultado incompletas y superficiales; pero la premura de tiempo en escribirlas, la falta de documentación, la lejanía nostálgica en que nos encontramos de la provincia y algunos otros factores han contribuido a restarnos elementos para urdirlas…"
No obstante, la importancia de este artículo radica en los horarios de alimentación, los tipos de comida que se consumían diariamente (hasta cuatro veces); los alimentos que normalmente se servían sábados y domingos, así como en otras festividades ya sean privadas, ya sean religiosas.
Siguen los perfiles oaxaqueños a que hicimos alusión al inicio de estas notas.
Salvador Mendoza, poeta, firma su colaboración en San Francisco California –quizás sea uno de los precursores de la literatura chicana aunque con en tema estrictamente mexicano, oaxaqueño para ser exactos– que describe, con nostalgia a Ejutla de Crespo.
Finalmente Iturribarría nos habla de esa tradición ya desaparecida, "los Cotompintos":
Esta edición solo consta de pie de imprenta, sin embargo carece de información como, por ejemplo, quien hizo la selección, cuántos ejemplares se publicaron, quien fue el responsable de la edición, quien hizo las viñetas (al parecer el propio Feraud), etcétera.
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