lunes, 23 de mayo de 2011

La leyenda ébrica de Lowry

Bebo, como si estuviera recibiendo
un eterno sacramento.

Bajo el volcán


La leyenda alcohólica persigue a ciertos autores y ésta se mantiene indeleble generación tras generación. A la par del mito, la obra perdura y, como con los buenos vinos, es más apreciada hasta convertir, obra y escritor, en culto.
De Li Po a Omar Al Khayyam y de Edgar Allan Poe a Malcolm Lowry, la leyenda ébrica de estos autores se incrementa con el tiempo. Son, digamos, los escritores paradigmáticos del alcohol.
Lowry (1909-1957) es creador de una sola obra, pero suficiente para ser reconocido como uno de los grandes escritores del siglo XX. Bajo el volcán es una obra de diversos niveles de lectura. Es un clásico y es la consagración literaria del autor inglés.
En la célebre carta que enviará de Cuernavaca en enero de 1946 al editor inglés Jonathan Cape, Lowry comenta las vicisitudes de su creación y emprende una defensa a su novela, –reescrita cuatro veces en un periodo de nueve años– a la que se le sugerían cortes.
En esta misiva, el escritor devela sus temores, revela sus personales fantasmas:

A fines de 1941 (...) decidí agarrar por los cuernos esa fantasmagoría inspirada por el mezcal, El volcán, y hacer realmente algo con ella, convirtiéndola en esa época en una empresa espiritual. Le dije a mi esposa que posiblemente me cortaría el cuello si durante ese periodo de ebriedad del mundo alguien tenía la misma idea. (...) ¡Cuántas veces no le habían dicho a este escritor que ése entre todos los temas era imposible de vender, que no había nada más difícil de manejar que la dipsomanía!

Y sus temores se cumplieron. Por esos años apareció El fin de semana perdido escrito por Jackson, obra ahora olvidada. Pero más allá de esto, lo importante es su sinceridad en cuanto a la angustia del proceso de creación.
También su confesión sobre su gusto del alcohol, en especial del mezcal, “bebida infernal”:

Muy bien, yo no estoy hablando del buen vino sino de mezcal, y además del anuncio, una vez en el interior de la cantina, el mezcal para poder beberse necesita sal y limón, y tal vez uno no lo bebería si no estuviera en una botella tan seductora. Si esto le parece demasiado fuera de sitio, permítame preguntarle quién se sentiría con valor para aventurarse en el yermo de La tierra baldía sin un conocimiento previo de su complejidad estilística.

Y prosigue:

La agonía del ebrio encuentra su más exacta analogía poética en la agonía del místico que ha abusado de sus poderes (...) el mezcal de México es una bebida infernal, pero es, no obstante, una bebida que usted puede adquirir en cualquier cantina.

El alcohol es catalizador de la obra, es el detonante de la creación pero de ninguna manera interviene en el momento de la redacción. Definitivamente, no se puede escribir ebrio sino por el contrario, en la más absoluta sobriedad y lucidez, lo que no impide que el autor siga bebiendo durante el proceso de la escritura de la obra. Por otra parte habría de decir que prácticamente todos los autores a lo largo de la historia de una u otra manera se han referido a bebidas embriagantes, exaltándolas las más de las veces.
Lowry deja en Bajo el volcán una obra perdurable, como permanente es su leyenda.

Publicado en 2004 en la revista La Tempestad

No hay comentarios:

Publicar un comentario