En el este de África al igual que en Brasil, India y otros países asiáticos, el sisal, A. Sisalana, es el agave cultivado más importante para la industria de las cuerdas. La planta es un híbrido estéril. En la primera mitad del siglo XX, el sisal proveía al mundo con cerca de 70% de las fibras vegetales duras que se utilizaban en cordelería, tejidos y arpilleras, en comparación con el 15% del henequén y 15% de otras especies, como el abacá, también conocido como cáñamo de Manila, Musa textilis
A partir de entonces la industria del sisal ha disminuido a nivel mundial, por el advenimiento de las fibras sintéticas desarrolladas inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial.
El sisal se exportó originalmente del puerto de Sisal en Yucatán, aunque la especie aparentemente se originó en Chiapas. A mediados del siglo XIX, México impuso un embargo a la exportación del A. Sisalana para proteger su industria de fibra, pero para 1836 ya se habían exportado y aclimatado en Florida algunas plantas.
La historia del contrabando de la planta es contada por Park S. Nobel. En 1893, Richard Hindford, agrónomo y ex empleado de la Compañía Alemana de África Oriental (Deutsch Ostafrikanische Gesellshaft), hizo un arreglo para recibir en Alemania 1000 bulbillos de sisal enviados desde Florida, de los cuales cerca de 200 sobrevivieron al viaje, pero únicamente 62 lo hicieron después del recorrido subsecuente a África del Sur y a la África germánica del Este, ahora Tanzania. De manera sorprendente, de los éstos se produjeron 63 mil plantas en un lapso de cinco años, lo que cambió radicalmente las prácticas agrícolas de África oriental. El sisal se convirtió en un cultivo importante en los países que ahora se conocen como Angola, Madagascar, Mozambique, Tanzania, Uganda y Zimbabwe.
Otra especie de agave es el henequén, Agave fourcroydes, nativo de la península de Yucatán, conocido en muchos países por su fibra.
Los antiguos mayas fueron los primeros en utilizar esta especie, aprovechando sus fibras como cuerdas para atar unas a otras las vigas de las casas, preparar trampas para cazar y para tejer hamacas o redes, para construir templos. Pero no fue sino hasta el siglo XIX cuando su explotación adquirió gran importancia y se instalaron las primeras máquinas desfibradoras para producir a gran escala la cordelería para los barcos.
El periodo trascendental de la industria henequenera se dio durante el Porfiriato. Las plantaciones de agave cubrían áreas enormes de las haciendas, atendidas por la mano de obra de miles de indígenas, muchos de ellos detenidos en otras partes de la República mexicana y todos ellos prácticamente sujetos a un estado virtual de esclavitud.
El henequén se convirtió así en una de las principales fuentes de ingreso del estado de Yucatán. Sin embargo, al finalizar los años treinta, la prosperidad económica que vivía la región empezó a decaer debido a la drástica disminución de la demanda norteamericana de fibra, pues en varios países tropicales como Cuba, Jamaica, las Bahamas y Hawai se había empezado a cultivar el henequén.
A partir de 1937 y hasta 1955, se realizaron en México varios intentos oficiales para reorganizar el sistema productivo del henequén. Se fundaron empresas que formaron ejidos henequeneros para controlar la producción y mejorar la comercialización, pero los resultados no fueron muy alentadores. La producción henequenera siguió decayendo hasta el punto de que, desde hace más de una década, México importa fibra de sisal procedente de Brasil. En los últimos diez años la producción nacional ha bajado casi en 50%, a grado tal que no se logra satisfacer ni siquiera la demanda nacional para la fabricación de cordeles y costales.
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