Ubicada en la última calle de J.P. García en el número 805, El Jinete cuenta con una tradición de más de medio siglo de atención de su propietario don Lino W. Lavariega Guzmán quien ahora ha delegado la administración a su hijo Melitón, actual presidente de la Cámara de Comercio en Pequeño, asociación que agrupa a la mayoría de las cantinas de la ciudad además de otras negociaciones de distinta rama.
Aunque se supone que la barra es el centro de toda cantina, en El Jinete lo es más. A diferencia de otras tabernas, su barra siempre está ocupada y pareciera que cada parroquiano tiene su lugar asignado, que es respetado por el resto de los contertulios, a excepción del recién llegado que desconoce la modalidad y a la que prontamente atenderá.
A partir del medio día poco a poco las mesas empiezan a llenarse. No pasa mucho tiempo para que El Jinete sea un bullicioso y animado lugar de conversación en donde los temas pasan de la política nacional a la doméstica, del juego de futbol por disputarse o de los acontecimientos notorios de sus centros de trabajo. Los tópicos son infinitos, como diversas son las personalidades que concurren.
El carácter de una cantina es la unión de dos influjos aparentemente contradictorios pero que se complementan: la atención prodigada por el cantinero y los meseros y la diversidad de personalidades que interactúan en un espacio determinado. Un conjunto de personas, aún cuando tengan intereses afines, se comparta de la manera más insólita. Una masa es impredecible, un grupo heterogéneo previsible. Y entre uno y otro grupo, el alcohol es detonante para lo festivo. La diferencia entre una masa en un espectáculo deportivo se comparta de distinta manera a una cantina atestada.
En tal sentido, el cantinero pasa a convertirse en árbitro de disputas y en mediador de diferencias pero fundamentalmente en contenedor de pasiones y excesos. Si el cantinero o cantinera se iguala con los parroquianos la situación puedo convertirse en caótica, lo mismo que si el cantinero toma al igual que sus clientes: no solo pierde respeto de sus parroquianos sino que también lo puede llevar a la bancarrota. El secreto del buen cantinero, si es que gusta de tomar, es acudir a otra cantina a departir con sus amigos; no solo obtendrá un buen descuento, sino que podrá perfeccionarse en el arte cantineril pues la observación es imprescindible para el aprendizaje de todo oficio y ser buen cantinero es un oficio que aparentemente no requiere esfuerzo pero quien así piensa se equivoca.
Don Lino Wenceslao arribó a Oaxaca proveniente de Zaachila cuando tenía entre 18 y 20 años y de inmediato inició como cantinero. Desde entonces a la fecha han pasado 52 años de atender a una variada clientela que acude con frecuencia por su buen trato y atención, cualidades que ha heredado su hijo Melitón Lavariega quien conoce todos los secretos del oficio de cantinero y además descuella como un eficiente dirigente empresarial.
Por si eso no bastara a cada tanda la casa ofrece una variada y suculenta botana que día a día se renueva para complacencia de los asistentes a El Jinete, una cantina de larga tradición ubicada, como dice la canción, en el lugar de siempre y con diferentes personas que hacen del lugar especial y único.
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