jueves, 11 de agosto de 2011
Chinches*
Tanto que las flores se perfilaban por los senderos
nocturnos, y aunque pocas eran visibles
su historia resonaba más que el zumbido
de chinches y el chasquido de palos que alentaba al fondo,
convirtiéndolo a rastras en un nuevo hecho del día.
John Ashbery
Si voy a cines baratos me comen las chinches.
No tengo dinero para cines lujosos.
Jack Keruac
En Bajo el volcán, Malcolm Lowry describe el sufrimiento de su protagonista una noche, en un cuarto de hotel: el ataque de las chinches. Un extrajero no puede enseñarnos lo obvio. Quien ha padecido tales ataques nocturnos, en medio de un profundo sueño, sabe a lo que me refiero. Ocultas durante el día en las grietas de la madera, en las rajaduras de los muros, en alguna comisura de un mueble, las chinches (Cimex lectularius) afilan sus punteros que succionan la sangre de su hospedero mientras duerme.
Pero al poco tiempo de ser atacado, la persona se despierta con la sensación de una invasión tumultoria. Si las sábanas son blancas, a las chinches se les verá huir tan pronto se encienden las luces. A pesar de su tamaño, esta sabandija camina muy deprisa y se oculta con suma rapidez. No es para menos, sus patas están adaptadas para saltar, andar y agarrar. Hay chinches de campo pero sus mandíbulas y cuerpo succionador es apto para la obtención de savia de las plantas, por tanto son inofensivas a los humanos.
Se les persigue y pueden atraparse a varias chinches y cuando se cree que el problema ha terminado, apagas la luz para conciliar el sueño. Otra vez las chinches. Esta operación puede durar toda la noche. Cuando llega el alba, también las chinches se retiran. La historia se repiirá la noche siguiente. Hay quien, desesperado, decide quemar la cama y el colchón, pero ello resulta inútil pues las chiches también se resguardan en los lugares más insospechados de los muros o de otros muebles, incluso de los techos.
Las chinches despiden un olor característico y alrededor de donde incuban sus huevecillos secretan una sustancia parda, como sangre coagulada. Seguramente sea una combinación de sangre y un humor del insecto. El olor es un tanto repugnante. Pero si detectan esas manchas se llega a la guarida de ese vampirillo.
Si me pidieran en este momento un remedio o un fungicida para esta plaga nocturna no sabría recetarlo, en cambio podría decirle que una vez aplicado el veneno en los muebles es imperioso sacarlos al sol para que los huevecillos y aun las mismas chinches “se sequen” y no continúen reproduciéndose.
Así como las cucarachas, las ratas y los piojos, las chinches –más sigilosas, más discretas- seguirán al género humano hasta que éste se extinga. No es de dudar que algunas de estas especies sobreviva a los seres humanos. Creo, y así coinciden muchos, que lo sea la cucaracha. Finalmente no me importa, para entonces todos los reunidos en esta asamblea mundial habremos perecido.
*Del libro "Zoografía".
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