lunes, 26 de septiembre de 2011

Ave

Esta ave nocturna es depredadora natural de la lechuza enana y del murciélago fungívoro; enemiga acérrima del búho, del que huye batiendo las alas sigilosamente. Es ave omnívora aunque preferentemente carroñera, de tamaño poco menor que éste último, un tanto lerda para andar y esquiva como el murciélago. Solo cuando huye lanza una especie de chillido que recuerda el llanto de un niño de pecho. Las plumas de sus alas son de un púrpura profundo y están cubiertas por miles de filamentos negruzcos, de la consistencia y del tamaño de los vellos de una nínfula. Esta ave acecha, después de la media noche, las inmediaciones de los panteones, que es su coto de caza. Los antiguos creían que, como la mitológica ave fénix, nacía de los fuegos fatuos, creencia que aún comparten los nativos. Lo mismo come un escarabajo que carne en descomposición de cualquier alimaña o mamífero. Los panteoneros y los deudos, no dejan de culpar a esta ave de profanar tumbas. Los primeros dicen que el ave cava un túnel cerca del sepulcro, perfora la madera y entra furtivamente durante meses para alimentarse de la carne putrefacta. Al salir de su festín nocturno, bate sus alas y se limpia de polvo y residuos; procede a tapar la entrada con tal arte que aún con minuciosa inspección difícilmente se logra descubrir y, por tanto, pasa inadvertida por largo tiempo. Solo los conocedores pueden encontrar la abertura oculta: ligerísimas improntas de patas palmípedas denuncian el lugar. Para capturar a dicha ave se coloca una trampilla cuando entra a alimentarse. Una vez que sale, queda atrapada y lanza los chillidos que se intensifican en la medida en que aparece la aurora. Con la luz solar, el ave muere. No falta algún panteonero que la tiene en cautiverio, la oculta en alguna cuevilla y la alimenta por la noche; en ocasiones la sujeta al cuello y hace sus rondines acompañada de este ser que deja de ser volátil. Pero no siempre es atrapada: generalmente sale bien librada pues ha desarrollado un intenso recurso olfativo que la alerta ante cualquier peligro. Se sabe que un cadáver fue profanado por el ave cuando al exhumar el cuerpo se encuentra en el ataúd un agujero perfectamente circular de unos diez centímetros de diámetro y un esqueleto reluciente, sin mácula.

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