miércoles, 7 de marzo de 2012

Erotismo para eximir el pecado original


Texto que se presenta para la inauguración de la expsoción colectiva Erótica en la Galería 910 (M. Alcalá 305, centro. Oax.) este sábado 10 de marzo de 2012 a partir de las 19 horas. Imagen: Pintura de Siegrid Wiese.

Ulises Torrentera
Al parecer, el erotismo es la perpetua búsqueda del artista por mostrar al ser humano al desnudo de manera pública y, de esta manera, revertir ese sentimiento de culpa universal, de exorcizar el pecado original. En tal sentido, los artistas son una suerte de demiurgos que luchan incansablemente, desde hace siglos, contra dioses que imponen reglas y que esclavizan. Son Prometeos que se suceden ininterrumpidamente y que en cada época proponen soluciones formales, inventivas y originales para liberar al género humano de un lastre que reduce su condición humana para hacerla plena, orgánica, sin mácula.
Al sabernos humanos, es decir efímeros, el género humano desde que adquiere conciencia de sí mismo, ha buscado la manera de luchar contra la muerte y de ahí los mitos, las religiones y el arte mismo. Todas éstas, formas para sacralizar a la muerte, para perpetuarse en esta vida. 
Por ello no sería descabellado decir que el cuerpo desnudo de hombres y mujeres simboliza una entrega y una renunciación ante la divinidad. Y visto de ese plano, pero en sentido contrario, también una forma demoniaca y perversa para contrariar a los dioses y sus representantes terrenales. Arte y liberación; pornografía y Estado.
La estética de lo erótico no está en su belleza, sino acaso en su exacerbación por ello lo grotesco y aún lo que podría definirse como fealdad cae dentro del erotismo. La condición estética en los objetos que definimos como eróticos, es que seduzcan, conmuevan nuestros sentidos y nos ponga en alerta desde el inconsciente porque detrás de lo erótico siempre hay un elemento trágico.
Este elemento es la fugacidad de la belleza o, mejor dicho, del esplendor que puede provocar un cuerpo desnudo o en posición erótica, pues saber que el instante huye nos  fascina, de ahí que deseamos  aquello que sucumbe. De esta manera el erotismo se impone como un ejercicio de la voluntad para prolongar el placer que nos provoca un cuerpo, un instante, una posición. Pretender prolongar el placer es una manera de inmortalizarse; el sexo, en cambio, una forma de morir. 
El erotismo, aún cuanto arte no es culto, sino una manera para trascender a través de la conciencia y la técnica sobre el mito sin despojarse de éste; es el pleno y gozoso ejercicio del espíritu sobre la razón. No es exceso del placer sino placer del exceso.
En esta muestra de arte erótica, las técnicas y las concepciones temáticas se superponen y entrecruzan; su complejidad radica en su multiplicidad y ésta en la percepción de cada autor. Así, por solo mencionar algunos casos, en la obra fotográfica de Daniel Weinstock nos revela un cuerpo difuso, intervenido; en la de Cora Coronel, una plasticidad sugerente. La pintura y las tintas de Raúl Herrera, de trazos magistrales, nos sumerge en brumoso desasosiego donde podría surgir, de pronto, lo inesperado. Siegrid Wiese, con su pintura, un elemento perturbador, inquietante nos infunde tribulación ante lo misterioso.
Pero la muestra se desenvuelve aún más con la obra de Viktor Díaz, César Chavez, Gabriel Castellanos, Susana Wald, Gabriel Mendoza,
Rame Cuen, Daniela Weinstock, Paola Loredo, Eloy Jiménez (El bigotón erótico), Karmen Arvizu, Willy J. Eppenberger,
Olegario Hernández y Mareano Ruiz.