Texto que se presenta para la inauguración de la expsoción colectiva Erótica en la Galería 910 (M. Alcalá 305, centro. Oax.) este sábado 10 de marzo de 2012 a partir de las 19 horas. Imagen: Pintura de Siegrid Wiese.
Ulises Torrentera
Al parecer, el erotismo es la perpetua búsqueda del artista
por mostrar al ser humano al desnudo de manera pública y, de esta manera,
revertir ese sentimiento de culpa universal, de exorcizar el pecado original.
En tal sentido, los artistas son una suerte de demiurgos que luchan
incansablemente, desde hace siglos, contra dioses que imponen reglas y que
esclavizan. Son Prometeos que se suceden ininterrumpidamente y que en cada
época proponen soluciones formales, inventivas y originales para liberar al
género humano de un lastre que reduce su condición humana para hacerla plena,
orgánica, sin mácula.
Al sabernos humanos, es decir efímeros, el género humano
desde que adquiere conciencia de sí mismo, ha buscado la manera de luchar
contra la muerte y de ahí los mitos, las religiones y el arte mismo. Todas
éstas, formas para sacralizar a la muerte, para perpetuarse en esta vida.
Por ello no sería descabellado decir que el cuerpo desnudo de
hombres y mujeres simboliza una entrega y una renunciación ante la divinidad. Y
visto de ese plano, pero en sentido contrario, también una forma demoniaca y
perversa para contrariar a los dioses y sus representantes terrenales. Arte y
liberación; pornografía y Estado.
La estética de lo erótico no está en su belleza, sino acaso
en su exacerbación por ello lo grotesco y aún lo que podría definirse como
fealdad cae dentro del erotismo. La condición estética en los
objetos que definimos como eróticos, es que seduzcan, conmuevan nuestros
sentidos y nos ponga en alerta desde el inconsciente porque detrás de lo
erótico siempre hay un elemento trágico.
Este elemento es la fugacidad de la
belleza o, mejor dicho, del esplendor que puede provocar un cuerpo desnudo o en
posición erótica, pues saber que el instante huye nos fascina, de
ahí que deseamos aquello que sucumbe. De esta manera el erotismo se
impone como un ejercicio de la voluntad para prolongar el placer que nos provoca
un cuerpo, un instante, una posición. Pretender prolongar el placer es una
manera de inmortalizarse; el sexo, en cambio, una forma de morir.
El erotismo, aún cuanto arte no es
culto, sino una manera para trascender a través de la conciencia y la técnica sobre
el mito sin despojarse de éste; es el pleno y gozoso ejercicio del espíritu
sobre la razón. No es exceso del placer sino placer del exceso.
En esta muestra de arte erótica, las
técnicas y las concepciones temáticas se superponen y entrecruzan; su
complejidad radica en su multiplicidad y ésta en la percepción de cada autor.
Así, por solo mencionar algunos casos, en la obra fotográfica de Daniel
Weinstock nos revela un cuerpo difuso, intervenido; en la de Cora Coronel, una
plasticidad sugerente. La pintura y las tintas de Raúl Herrera, de trazos
magistrales, nos sumerge en brumoso desasosiego donde podría surgir, de pronto,
lo inesperado. Siegrid Wiese, con su pintura, un elemento perturbador,
inquietante nos infunde tribulación ante lo misterioso.
Pero la muestra se desenvuelve aún más
con la obra de Viktor Díaz, César Chavez, Gabriel Castellanos, Susana Wald,
Gabriel Mendoza,
Rame Cuen, Daniela Weinstock, Paola Loredo, Eloy Jiménez (El bigotón erótico), Karmen Arvizu, Willy J. Eppenberger,
Olegario Hernández y Mareano Ruiz.
Rame Cuen, Daniela Weinstock, Paola Loredo, Eloy Jiménez (El bigotón erótico), Karmen Arvizu, Willy J. Eppenberger,
Olegario Hernández y Mareano Ruiz.