martes, 17 de mayo de 2011

Siete pecados III/III

Mas fija los ojos abajo, que se acerca
el río de sangre, en el que hierve
todo el que por violencia a otro daña.
¡Oh ciega avidez!, ¡Oh loca ira,
que tanto nos acucia en la corta vida,
y en la eterna luego a tanto nos inmola!
Dante Aligheri

¿Quién hay, Señor, que no coma
un poco más de lo necesario?
Agustín de Hipona


El crimen de la avaricia no lo constituyen las riquezas o su posesión, sino el apego inmoderado a ellas. Es, según la teología, una pasión ardiente de adquirir o conservar lo que se posee, que no se detiene ante los medios injustos; es la acumulación desmedida que no hace uso de los recursos convirtiendo a su poseedor en miserable, en las dos acepciones del término. Se convierte en pecado mortal cuando el avaro está dispuesto a ofender gravemente a dios y omitir la caridad debida al prójimo y a si mismo. Prohijados por la avaricia están las siguientes faltas menores, no por ello menos reprensibles: fraude, dolo, perjurio, robo, hurto, tacañería y usura.
Evagrio Póntico en los textos de la Filocalia denominaba philargyria, o amor al oro, a la avaricia que no era otra cosa que “la raíz de todos los males y nutre como malignos arbustos a las demás pasiones y no permite que se sequen aquellas que florecen de ésta”.
En su canto XXII, Estacio explica a Dante que leyendo a Virgilio se le curó la avaricia y se convirtió al Cristianismo por su profecía de la cuarta égloga, que narra el nacimiento de un niño dios, (en realidad el emperador Augusto) junto a los hechos de los mártires; pero como el miedo lo mantuvo fingiendo paganismo, eso le valió larga estancia en la cuarto círculo del Purgatorio y le impidió estar con sus pares, en el Limbo. Estacio fue muy popular durante la Edad Media, porque se creía que se había convertido al Cristianismo, lo cual es totalmente dudoso.
Micer Catello di Rosso Gianfigliazzi vivió entre finales del siglo XIII y la primera mitad del XIV, perteneció a una gran familia florentina con quien Boccaccio estuvo muy relacionado y seguramente también Dante. Este personaje practicó la usura en Francia e Italia y se cree que es él uno de los personajes que aparecen en el Infierno dantesco, entre los condenados por usura, llevando al cuello una bolsa con el escudo de los Gianfigliazzi.
Definido como el appetitus inordinatus vindictae (apetito desordenado de venganza), la ira se excita en quien la padece por alguna ofensa real, supuesta o imaginaria. Solo basta que este desorden se convierta en pecado cuando este afán es contrario a la razón, lo que implica que el coraje, la cólera, la furia y aún el arrebato mientras esté entre los límites de la razón no será imputado como pecado, pues de lo que se trata es de suprimir el mal y restablecer el bien. Para el eremita Evagrio, “los pensamientos del iracundo son descendencia de víboras y devoran el corazón que los ha engendrado. Su oración es un incienso abominable y su salmodia emite un sonido desagradable”.
El buen Dante coloca a Feligias como ejemplo de este pecado, pues según la leyenda Flegias, en su furia, habría intentado incendiar el templo de Apolo de Delfos. En castigo de su impiedad, Virgilio lo pone en el infierno, en su obra la Eneida de la que deudor la Divina Comedia.
Si bien “el placer o deleite que acompaña al uso de los alimentos, nada tiene de malo” pues es “efecto de una providencia especial de Dios para que el hombre cumpliese más fácilmente con el deber de su propia conservación”, “prohibido es, empero, comer y beber hasta saciarse por ese solo deleite que se experimenta”. Entonces, la gula podría definirse como el uso inmoderado de los alimentos necesarios para la vida. No es balde Evagrio definía a la gula como gastrimargía, literalmente: “locura del vientre. La cultura latina especificaba determinadas situaciones: proepropere, comer antes de cada alimento; la abstención en los días consagrados; se llamaba laute cuando se comían manjares que superan las posibilidades económicas de la persona; nimis cuando se bebía o se comía en perjuicio de la salud de la persona; ardenter cuando se comía con extrema voracidad o avidez a manera de las bestias. La gula se transforma en pecado en los siguientes casos:
Cuando por el solo placer de comer se llega al hurto o se reduce a la familia a la mendicidad o la miseria; el comer se convierte en fin único y preponderante en la vida; es causa de graves pecados como la lujuria y la blasfemia; se omiten los días de ayuno y de abstinencia de ciertos alimentos decretados por la Iglesia católica (y debo pensar que otras iglesias); se provoca voluntariamente el vómito para continuar el deleite de la comida (recuerda a El Satiricón); se infiere grave daño a la salud o sufrimiento a si mismo y a los que lo rodean. Pero más allá del desordenado apetito, en última instancia el glotón no consume comida, se traga el universo para reducirlo a una inmensa hez.
En el Canto VI del Infierno, Dante relata su encuentro con Ciacco, probablemente un contemporáneo o bien la personificación de los políticos de la época. Se ha pensado que el nombre alude al cerdo. Ciacco tuvo a su estómago por dios, y hay un profundo desprecio por quienes, como él, hicieron de la gula su vida.

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